En la actualidad nadie duda sobre la importancia de la inteligencia emocional en el día a día de las empresas hasta el punto de que se ha convertido en la competencia más valorada en algunos procesos de selección y clave a la hora de conseguir el éxito profesional. Y es que saber controlar las emociones de uno mismo y entender las de los demás mejora el bienestar en el trabajo y la salud mental. Si esta habilidad se trabaja colectivamente podemos suponer fácilmente los beneficios que puede implica para la empresa.
Las emociones son tan parte de nuestra vida profesional y personal y tienen consecuencias sobre todo aquello que hagamos. Un lugar de trabajo saludable depende de que los empleados sepan gestionar sus emociones de manera efectiva, así como de entender las emociones de los demás.
Por ello, crear una organización emocionalmente inteligente es uno de los grandes objetivos de las empresas, un objetivo que se ha visto aún más potenciado con la pandemia global por Covid19.
¿Cómo podemos crear una cultura emocional en la empresa?
Todas las empresas u organizaciones tienen una cultura emocional, el problema es que no siempre sabemos reconocerla y a menudo se pasa por alto. Por ejemplo, la cultura emocional de la empresa puede basarse en la represión y por tanto que organizacionalmente se normalice y esté aceptado que no haya cabida para expresar emociones.
Por tanto el primer paso es plantearnos cómo se gestionan las emociones en la empresa y a partir de ahí caminar hacia una cultura emocional en la que se promuevan las competencias básicas que proporciona la inteligencia emocional esto es: empatía, autoconciencia y relaciones interpersonales.
Para ello es necesario:
- Promover una cultura abierta en la que exista la oportunidad de expresar las emociones
El punto de partida es ofrecer a los empleados la oportunidad de expresar sus sentimientos con el fin de prevenir conflictos y resolver problemas. Además, de ofrecer la oportunidad de hacerlo, el motivarlo también es importante. ¿Cómo? promoviendo momentos dedicados al diálogo, interlocución y escucha activa.
- Formar en inteligencia emocional
Saber reconocer las emociones propias y de terceros y luego buscar los desencadenantes de nuestras emociones negativas son operaciones necesarias para controlar sin ninguna frustración nuestras emociones. No se trata de exponer nuestras emociones de forma impulsiva ni tampoco de reprimirlas sino de saber gestionarlas de una manera lúcida, natural y sabia. Para conseguirlo, la formación es a menudo indispensable dado que culturalmente durante muchas generaciones la gestión emocional ha sido el gran ausente en cualquier ámbito formativo.
En este sentido, si la formación en inteligencia emocional es conveniente para todos los empleados es aún más necesaria si cabe en el ámbito directivo. Gerentes, directivos, responsables de departamento etc… deben saber identificar diferentes situaciones que tienen lugar en el ambiente laboral y transmitir la emoción más adecuada según las circunstancias: seriedad, amabilidad, intensidad, cordialidad, participación, motivación etc… Esto incluye también saber interpretar el lenguaje corporal, dado que proporciona mucha información sobre el estado emocional de las personas y por supuesto desarrollar la escucha activa sabiendo extraer las ideas principales y los motivos que justifican el discurso de cada empleado.
- Promover acciones que favorezcan el autoconocimiento grupal
Promover un enfoque sistémico que ayude a comprender de manera más precisa cómo funciona la totalidad y cada una de las partes relacionadas dentro de la organización así como los efectos que producen en el corto, mediano y largo plazo.
Beneficios de promover una cultura emocional basada en la inteligencia emocional
- Mejora en la coordinación y trabajo en equipo: Empatizar con las emociones de los demás contribuye a entender sus actos, preocupaciones y motivaciones lo que se refleja en una mejora en la coordinación e integración de equipos de trabajo.
- Mejor clima laboral: Cuando los empleados se sienten escuchados y comprendidos mejora el clima laboral y se establecen vínculos entre los empleados que repercuten positivamente en la actividad empresarial.
- Toma de decisiones: Nuestras emociones condicionan nuestras decisiones por ello, si sabemos como gestionarlas tomaremos decisiones más acertadas.
- Mejor prevención y resolución de conflictos internos
- Mayor capacidad de los empleados a adaptarse a cambios
- Mejor autoestima de los empleados lo que repercute en otros muchos aspectos como mayor motivación y mayor grado de satisfacción en relación al desempeño de su trabajo.
Invertir en inteligencia emocional es por tanto una opción altamente rentable para las empresas. Para quienes deseen ampliar esta información con datos en esta publicación se mencionan numerosos ejemplos de empresas de todo tipo y sectores para los que la inversión en programas de inteligencia emocional ha supuesto la obtención de importantes beneficios.